jueves, 8 de septiembre de 2016

Estaba en el supermercado. Una niña, de unos, no sé, ocho, nueve años comiendo un chupetín. Le comparte a la madre. La madre, flaca, treinta y pico, rubia, le dice ''AY BASTA, NO COMAS ESO QUE ENGORDA''.
La pibita le respondió ''qué me importa? Vos engordás''.

Y es cierto. La respuesta de la pibita fue un típico bardeo de niños, pero era cierto. Ella sabe lo que es engordar, sabe lo que es un ''gordo'' seguramente porque su mamá le señaló uno y le dijo ''dejá de comer azúcar o vas a terminar así''. Pero ella no tiene noción realmente de qué es ser gordo, porque para ella ser gordo no es malo, es ser feliz comiendo un chupetín rico. Entonces, a ella, no le importa. Ella no engorda porque en su mente no lo hace. En cambio, su madre, si lo hace porque ella sabe que lo está haciendo. La piba no estaba engordando, estaba comiendo un chupetín. La madre no estaba comiendo un chupetín, estaba engordando.